Hola, me llamo
Paula y además de bastante gansa soy adicta a la SAL.
Hooola Paula!
Hora del almuerzo, me traje una carne de casa. Saco del
tupper, pongo en microondas, saco microondas.
Corto, pruebo... arcadas, no tiene SAL.
En la oficina había algunos
sobrecitos robados de
algún que otro almuerzo empresarial al que nadie me invitó, pero me traen la sal en premio consuelo, así de adicta soy.
Busco en el lugar esperable, ni uno. Busco en lugares menos obvios, nada. Saco los cajones (a ver si se cayó para atrás), tampoco.
El mueble es un poco alto y no llego a ver si queda algo contra el fondo. TODAS las perras sillas de esta oficina tienen
rueditas. Lo pienso, imagino la caída y me duelen un poco las costillas flotantes por el golpe. Peor no me importa. Me arriesgo y subo a la silla, haciendo equilibrio, y rogando que mi culo sirva por una vez para hacer el contrapeso que requiere que la silla no se valla al
joraca conmigo arriba. Visualizo el fondo del mueble y esta vacío, sucio y vacío. Casi deseo caerme de la silla, pero recuerdo que la comida de hospital no es famosa justamente por la sal.
Ya estoy al límite de la abstinencia, revuelvo los revisteros y las cajas de
CD (si, lo juro). Pregunto a los
mamertos de mis jefes; no tienen. Dios, para que ostia fueron a la universidad?!
Estoy en bancarrota pero no me importa, me voy al chino de la vuelta a comprarme un salero.
Me olvidé la campera, me cago de frío y cuando llego el chino me mira las tetas destempladas.
Chino degenerado, pienso, en cuanto cierre el local seguro la agarra a la china y le hace el
pretzel humano... y otro
chinito. Qué escalera Dios, parecen una
matrushca (o como se escriba) todos
igualitos pero distinto tamaño... que divertido sería ver como hacen para guardarse uno adentro de otro...
Oh...
Oh... (babeo)
Ahí está, la veo, la agarro... es prácticamente
orgásmico.
Me recompongo, voy a la caja, pago, salgo. Ya no me importa el frío...
Que simple puede ser la vida, no?