03 octubre 2008

Introducción (Mi NO ex, capítulo 2)

Esa misma noche me junté con mis amigas y las convencí de ir a bailar donde sabía que iba a estar él.
Llegamos tarde a propósito, y lo casi inmediatamente. Decidí que la mejor estrategia era hacerle creer que era casualidad que nos encontráramos (pasaron más de 5 años y sigue creyendo eso), así que mi grupo y yo nos quedamos suficientemente lejos para ser dos grupos, y suficientemente cerca para ver lo que hacía. Mi ex también estaba ahí, debo admitir, que eso me dió un poco de miedo, pero no me importaba.
Llegado un punto, mi ex se había quedado hablando con chicas un poco más lejos, así que era el momento preciso para atacar. Terminé lo que estaba tomando de un golpe, esperando que el alcohol me ayudara un poco. Me acerqué al grupo y bailé un poco con L. (pobre L, siempre el middle man)
En cierto punto noté que el trago ya había llegado a mi cabeza y me acerqué a él, lo saqué a bailar, y lo alejé un poco del rebaño, quedamos cerca de una columna gigante que nos separaba de mi ex y su campo visual.
Me puse a espaldas suyas y enganche mis pulgares en las presillas de su jean, bailábamos, yo lo llevaba literalmente de los pantalones, acerqué mi cuerpo un poco más, hasta que mi pecho quedo presionando contra su espalda. Hizo un además para girar hacia mi y no lo dejé, en lugar de eso, me acerqué a su oído y solté un pequeño gemidito que bien podría haber sido un suspiro, lo besé al costado de la mandíbula y desenganche mis pulgares, cuando giró, lo agarré de una mano y empecé a dar vueltas como si fuera parte del baile, debo admitir que disfrute mucho esa parte.
Cuando que se había aflojado lo suficiente bailando salsa, volví a la carga con el tema que habíamos abandonado. Extrañamente, esta vez no huyo, tal vez el también había terminado su trago de golpe. Aunque era pleno julio, adentro de ese lugar hacía calor, yo tenía en la mano el vaso de trago, con un hielo mediano adentro. Le pregunté si tenía calor y dijo que sí. Le pregunté si quería el hielo. Si otra vez. En una actitud que intentaba ser sexy y probablemente pareciera más bien ridícula, saque con dos dedos el hielo del vaso, tire el vaso al piso y mirándolo a los ojos puse el hielo entre mis labios y me acerqué. Supongo que él también se acercó un poco, no sé. Estaba borracha, y demasiado eufórica como para recordarlo. Nos besamos largos minutos, y el beso me gustó, creo que estoy en condiciones de afirmar que a él también le gustó, pero no vamos a entrar en detalles.
En algún punto, sentí la necesidad de abrazarlo y lo hice. Fue como si una ráfaga de viento polar hubiera pasado entre nosotros, de un segundo al otro. El me abrazó pero sin desearlo. ahí parada, todavía eufórica por el beso, me sentí una cosa entre sus brazos, era obvio que algo había pasado, en el momento no me dí cuenta, pero fue el abrazo, lo que conlleva el abrazo, todas las proyecciones que pasaban por mi cabecita a toda velocidad, pero bueno, eso lo veo ahora. Allá y entonces, creí que era la presencia de mi ex (porque en eso tenía razón, si el otro nos veía, sin lugar a dudas le iba a dar una paliza). Lo agarré de la mano y lo llevé hasta un balcón. Nos quedamos ahí, yo de espaldas a él, , sin soltarnos las manos que ahora reposaban a un costado de mi cintura.
Parada en ese balcón, mirando hacia la calle y con el tipo que me había gustado durante tanto tiempo tuve ganas de llorar y no supe porque, supongo que una parte de mí había leído todas las señales que yo no quería ver y ya sabía que esto era lo mejor que podía obtener de él (es esa percepción de las sutilezas que algunos llaman intuición, puro body lenguaje)
Todavía no era una estudiante de psicología en ese entonces, pero la maldita costumbre de querer arreglar lo que esta roto la tengo hace quien sabe cuanto; y yo suponía, que si él no podía recibir la oleada de sentimientos que yo tenía por él, entonces algo tenía que estar roto ahí. Como hija única, no estoy acostumbrada al no porque no, lo cual resulta, como mínimo, poco práctico.

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