Cuando era chica mi mamá trabajaba doble turno, así que para evitar que pasara tantas horas en la casa de mí abuela, a lo largo de los años fue buscándome diversas actividades que me mantuvieran ocupada.
Una de ellas, (mi preferida) fue una escuela de estética; donde había actividades artísticas de varios tipos, desde teatro, música (que jamás aprendí), taller de cerámica (donde disfruté mucho haciendo estructuras inveroscímiles que se caían misteriosamente de donde las poníamos) y mi favorito , que -como podrán imaginarse- era el taller literario.
En dicho taller, la profesora dió cierto día una consigna que nos pareció increíblemente difícil, aunque hoy me río de eso. La idea era escribir un cuento que no empezara con : "Había una vez". Suena gracioso ahora, pero a los ocho años... bueno, solo traten de recordar como empezaban los cuentos que leían a esa edad.
La consigna me marcó, el resultado final fue un cuento de porquería, porque estando tan preocupada por las primeras palabras no podía pensar en las demás, pero el hecho fue que me hizo pensar en la diversidad, y ahi comprendí la magnitud de lo que tenía entre manos.
La lectura fue, es y será mi fuente de inspiración, mi consejero mejor, y miles de otras cosas. Lo de la escritura... bueno, eso es un hobby y un espacio de desahogo.
Cada vez que estoy leyendo un libro, me meto tanto en la historia, que habitualmente sueño que soy parte de ella. Así pasé noches viajando por extraños planetas con el principito, o probando lo que ahora parece ser una carta de drogas con Alicia, en el pais de las maravillas, y aun hoy, me paré justo al lado del Coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento.
05 enero 2006
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1 comentario:
Me suena raro lo que decís porque hice el camino inverso. Para mi vino primero la lectura y mucho después, la escritura. Me costó un montón vencer mi propio prejuicio de que no tenía nada que decir porque los "creativos" eran los que tenían "talento" nomás, los demás éramos sólo consumidores de lo que ellos hacían en su genialidad.
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