Vamos a empezar por el momento de la ruptura y ver hasta donde nos lleva.
Estás a menos de un metro de una persona que en realidad hace rato que no esta más dentro de ese cuerpo que ahora tenés enfrente. Y además de no estar habitando el cuerpo, ahora te dice que el cuerpo tampoco se queda a jugar.
-Es lo mejor-, pensás, -es buena idea- Pero hay algo en vos, que acabas de aterrizar violentamente en tu propio cuerpo, algo que esta inquieto, como queriendo decir algo y no podes saber que es. Tenés tanto dando vueltas en la cabeza en ese momento, que por algunos segundos, después de decir algo, te cuesta diferenciar si lo dijiste en voz alta o lo estabas armando en tu mente. Y reprimís el 98 % de lo que te pasa por la mente, y el esfuerzo te deja exhausta, no tenés fuerza para pelear, ni para terminar de entender lo que esta pasando.
Ya se fueron, el y su cascarón de excusas, y quedas inmóvil percibiendo los restos de él en el aire del ambiente, y el sol de las 18 de la tarde entra por la ventana como si el mundo siguiera girando con normalidad. No lo hace. El mundo está tan sorprendido como vos.
Desde la otra habitación, llega el sonido de la computadora encendida. Poder reconocerlo es signo de que empezás a despertarte. Pero el sueño, no fue un sueño y de verdad está vacío el otro lado de la cama.
Buscas entre las amigas una que haga el comentario que necesitas escuchar, pero no llega. Esas cosas siempre vienen de donde uno no está buscando. Y de repente, en tres líneas, una voz de otros tiempos te delinea la introducción, nudo y desenlace de la historia mientras el ruido del agua en la bañera te indica que es momento de cerrar la llave y no permitir que siga cayendo el agua, y es también una buena metáfora a la situación, o lo parece en el momento.
Pones las sales que te regaló en el agua, hasta el último granito de sal, como tratando de disolverlo también en el agua caliente de la bañera. Y preparás todo, y estás lista para sumergirte en el último abrazo que vas a tener de el, o de la idea de el, y te metes. El agua está fría y la bañera no te alcanza. De que otra forma podía ser sino?
Tratás de relajarte y no podés, entonces te resignás, sacás el tapón y ves como por la rejilla se escurre hasta la última gota de él, y parece que estás lista para decir adiós... por lo menos por hoy.
Te vas a la cama y no podés dormir, tomar conciencia de que seguís dejando espacio donde él solía estar, tampoco ayuda.
Finalmente, te dormís, pensando que mañana, va a ser otro día, que te vas a sentir mejor, o él te va a llamar para decir que te extraña, o que vas a permitir que tu trabajo te consuma el tiempo, pero no poder pensar ni un minuto en lo ocurrido.
Te despertás y ya estás un poco mejor. Has salido de momentos más devastadores después de todo, y hay algo de esperanza en el aire. Parece que todo va a salir bien, después de todo.
08 octubre 2009
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