02 noviembre 2005

A ciegas

Es, por lo menos, curioso; pensar como se van sucediendo las cosas en la vida.El otro día tuve una cita a ciegas. Esta práctica, tan popularizada por el cine norteamericano, me resulta (me resultaba, al menos), absolutamente ajena. Pero por una cuestión de tiempos, que nunca alcanzan, también algo de disconformismo con la propia imagen, dificultades de participar en un grupo "de iguales", termine conociendo (por internet, la herramienta del futuro. Muy enviciante por cierto), a un tipo muy interesante, que tenía gustos muy parecidos a los mios, opiniones, etc (segun mi compañera Andrea, mi alma gemela porque a él también le gusta leer). En fin, después de algunos meses de hablar bastante por chat (pido cielo aparte para el Messenger), finalmente accedí a encontrarme con el. Ahí comenzaron a resaltar algunas pequeñas diferencias.El, propuso encontrarnos en un bar de esos antiguos de Buenos Aires, esos a los que yo no hubiera elegido ni en un millón de años. Yo prefería algo más libre, tal vez estudiando las posibilidades de huida en caso de no encontrarme con alguien de mi agrado, tenía en mente la nunca bien ponderada Plaza de Mayo de nuestra Buenos Aires querida (no me malentiendan, no podría vivir en ningún otro lugar del mundo por perfecto que este fuera, pero es la gente lo que deja bastante que desear. El transito, los colectivos el humo, las motos, las bicis, ¡¡¡los patinadores!!!, sólo acá), en fin, tiene ese no se que, diría alguien mas poético... Quedamos en encontrarnos donde el propuso a la salida de nuestros respectivos trabajos (ambos a las 18 hs), teniendo en cuenta que el estaba muy cerca del punto de encuentro, yo me apure muchísimo para llegar, ya que me pareció medio horrible dejarlo esperando, si estaba tan nervioso como lo estuve yo, no creo que lo hallara nada divertido ni misterioso, como promulga un amigo mío sobre su falta de puntualidad. 18:06 hs - Yo, toda nerviosa, con miedo de que se yo qué, peinada, pintada, perfumada y vestida para la ocasión, que considere lo adecuado. Parada contra la boca del subte, algo desorbitada, porque tuve el buen tino de olvidarme los lentes de contacto y no me puse los otros para no dar look secretaria (mambo mío, ya sé). Todo esto sucedía ante la atentísima mirada de dos HDP, que se pusieron a apostar si me dejaban plantada o no... (¿no tienen nada mejor que hacer?) Cuarenta minutos después, (si, cuarenta!!!), ya informado de que yo disponía de poco tiempo porque tenía clases, llega el señor, muy tranquilo, vestido como para jugar el paddle, tarde, sin perfumar ni nada.No se explico ni mucho menos, se limito a un pobrísimo:"disculpa la tardanza", y ahí quedo todo. Yo estaba aliviada de que si hubiera venido después de todo y lo deje pasar, y alguno de los dos curiosos habrá perdido la apuesta, todavía me pregunto cual. Entramos al bar, el mozo nos gruño un poco al principio y mostró bastante los dientes cuando lo llamamos para pedir, (el tipo estaba ocupado jugando al truco con otro del otro lado de la barra, que no recibió con mucho agrado el requerimiento de café recién llegado) en fin, yo había sido advertida del carácter arisco de los mozos, pero creí que seria un exageración y no (Un bar clásico del centro) los primeros minutos la conversación giro en torno a nuestros respectivos trabajos, el feliz con el suyo, yo protestando por el mio. Después de eso, salio el tema de la maldita Universidad de Buenos Aires, de la cual somos ambos dos alumnos, yo estaba algo furiosa con la UBA por otra de las ridículas tramiterías burocráticas a la que me sometieron esa semana y aproveche para descargarme, de eso me hago cargo, pero si hay algo que nadie puede decir, es que yo sea aburrida quejándome, así que dejémoslo en empate.

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