16 junio 2008

Nimiedades de las ocho de la mañana de un frío domingo

A medida que me iba despertando, iba notando otras plantas de los pies tibias, suavemente apoyadas contra las mías frías.
Me acuerdo que quise abrir la boca para decir algo, y lo único que me salió fue: "te diste cuenta que Steven es lo mismo que Esteban".
Se rió, asintió, pidió que le pase la botella de agua y se giró para tratar de seguir durmiendo.
Mientras ocurrían estas nimiedades de las ocho de la mañana de un frío domingo, mi cerebro a causa de los solicitados movimientos musculares empezaba a despertarse, y conforme esto ocurría, recordé la frase sin sentido pronunciada hacía tal vez menos de un minuto, y empecé a notar los alrededores.
En el piso había dos envoltorios que reseñaban el placer de antes de dormir de la noche anterior, y sobre la cama, además de la frazada peluda, la de lana que tejió mi abuela y el acolchado de pluma que cosió (y bajo el que durmió tantos años) mi otra abuela, estaban las ropas del día anterior, testigos de una caminata larga, charlas extrañas y muchísima risa.
La verdad, no me acuerdo por que terminamos compartiendo la cama... tal vez por el incierto y abrupto final de la película "Then she found me" que vimos antes de dormir, mientras nos comíamos los alfajores triples de chocolate cuyos ropajes estaban en el piso. No lo sé, tal vez. Lo cierto, mi única certeza antes de las nueve de la mañana, es que ayer mi prima se quedó a dormir, y hay una serie de fenómenos extraños que ocurren, habitualmente después que ella se vuelve a su casa.
Uno de ellos, el más divertido, es una especie de liberación de la mete. Por unas horas, me permito pensar en cualquier cosa, y responderme, y reírme de ello. Es fantástico, lo recomiendo. Sobretodo cuando vas en el colectivo, pensando obscenidades con el flaco que quedó sentado frente tuyo, que tiene cara de sueño, y uno de esos sweateres "cosita sexy" que tanto te gustan.
Y cuando llegás al almuerzo del día del padre, ya nada importa, podés soportar casi seis horas de charla soporífera sobre los preparativos de boda de tu prima menor, sin sentir la urgente necesidad de ahorcarte con el velo.

A veces, sólo de vez en cuando, la vida funciona.
(Lo único malo del día, fueron las ganas locas de llamarlo que tuve cuando llegué a casa... que bueno que hace rato borré su número de todas mis agendas, que bueno que se mudó la semana pasada, y por sobre todas las cosas, que bueno que no nos encontramos ni por casualidad.)

1 comentario:

doble visión dijo...

"a veces la vida funciona"...

que lindo encontrarse con vos para hablar doce horas sin parar acerca de cuando si y cuando no funciona la vida....

saludos
marcelo
:)