Me preocupé al pedo.
Me perseguí y le dí más importancia de la que tenía.
Supongo que la manera de enfrentarme a esto habla (y bastante) de mi abstinencia de terapia.
La cabecilla del grupo, me mando un SMS (no aprende, LPM!) Me pidió que nos veamos para "hablar"
Yo accedí, con algo de miedo, porque llevo muchos días durmiendo re mal, y se que me pongo muy verborrágica y eso nunca es bueno.
Mentalmente, preparé el discurso. Me planté a la defensiva. Pensando, girando sobre mi propio eje, tratando de razonarlo y de hacerme cargo de lo más posible, en señal de arrepentimiento y sinceridad... de buena voluntad, más que nada.
Y mientras se hacía la hora del encuentro, me iba hablando a mi misma, apaciguándome. Explicándome como enojándose no se llega a ningún lado. Eligiendo el tono de voz, el mate y las galletitas. Dando, en definitiva, vueltas y más vueltas.
Y llegaron, juntas y con cara seria. Yo las hice pasar, mientras mi raciocinio, mi corazón y mi alma se preparaban internamente pare las recriminaciones. Y el corazón latía rápido, y me agarró esa sensación rara como en la garganta. Y me dí cuenta que me iba poniendo colorada.
Y nos sentamos, servimos el mate en sepulcral silencio hasta que finalmente ella disparó: ¿Por qué no respondés SMS?
La otra acotó tímidamente: Yo ni le mando porque no responde y eso me da furia.
Y yo, me reclino en el sillón tres cuerpos en el que estaba sola, aparentando calma pero clavándome las uñas en las palmas donde nadie veía. Le dije, nuevamente, lo que ya había dicho tantas veces: No me gustan los SMS.
Fin del tema. Qué linda esa bufanda fucsia, la hiciste vos???
Que al pedo, TODO. Finalmente, en algo no me equivoqué: Ya no somos amigas.
30 julio 2007
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